La idea del progreso defendida por los ilustrados también creó un ambiente favorable para el desarrollo de la técnica. A mediados del siglo XVIII se inició en Inglaterra otro gran cambio: la Revolución industrial.
El pasisaje se llenó de fábricas, los ferrocarriles recorrían los continentes, la población se desplazó a las ciudades y surgieron distintas formas de organización ecónomica mediante sociedades anónimas, bolsas y bancos. Todo ello supuso la consolidación del capitalismo y el nacimiento de una nueva clase obrera, el proletariado.
Aunque en teoría esta nueva sociedad iba a organizarse en virtud del principio de igualdad, en la práctica la industrialización provocó otros problemas sociales que desencadenaron el denominado movimiento obrero.
Las novedosas formas artísticas y su temática reflejan los profundos cambios políticos, sociales y económicos de la época. Si bien España se incorporó lentamente a este proceso de industrialización, ya la novela realista de Galdós y de Clarín nos describía esta nueva realidad, en toda su variedad de ambientes y personajes. Este enfoque realista arraiga en movimientos artísticos, como el que surge en la segunda mitad del siglo XIX con el nombre de Impresionismo.
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